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Sombras en la Navidad

Claudina Herrera

Claudina

28 Dic, 2025
📚 Cuento corto


Esta fiesta navideña terminó diferente, se opacaron las risas, se ensombreció la noche, hubo sirenas, ambulancias. Silencios, lágrimas.  Y luego un luto compartido.

Todo empezó en Navidad, broma iba, broma venía, eran familia, unos más cercanos que otros, algunos se conocían bien, otros no tanto. Solían juntarse, como pasa en muchas familias, solo en grandes acontecimientos como casamientos, cumpleaños de 15, fiesta de navidad, año nuevo. Tenían tanto para contarse, temas porqué reír o porqué llorar, recordar tiempos pasados y soñar con el futuro.

En medio de ese año había nacido Marcos, fue como la mascota de la velada iba de brazo en brazo, con mirada de susto el niño miraba tantas caras desconocidas y de vez en cuando esbozaba una dulce sonrisa, como si los brazos que lo acunaban fuesen los que el necesitaba, los brazos de un hombre fuerte.

Magdalena, su madre, que estaba casada con Vicente, lucía feliz, con sus ojos color café que parecían agrandarse por momentos. Su figura esbelta, elegante al caminar llamaba la atención de más de uno. Algunas alababan su hermoso vestido celeste agua, otras la miraban con envidia. Matilde, la anfitriona, desde una esquina del comedor observaba a Magdalena, aunque aún no se entendiese porqué, en los ojos de Matilde brillaba el recelo.

Francisco López García, hombre de campo, subió desde el sótano de la casa cargado de fiambres caseros y algunas botellas de vino patero. Cuando los invitados lo vieron se le dibujó una sonrisa y casi al unísono gritaron: ¡Por fin Francisco vamos a probar tus famosos quesos! 

-Así es, esta noche he pensado en compartir con mi familia, los frutos de mi trabajo.

- Y lo Bien que has hecho dijo Magdalena, era hora que viniéramos a tu casa a celebrar esta Navidad para que ya no tuvieses escusas para invitarnos con los chacinados de los que haces gala en todas tus charlas cuando nos juntamos.

-Matilde, mujer, vocifero Francisco, mientras desenfundaba el puñal  que acostumbraba a usar, ayúdame a preparar la picada, Y ustedes muchachos vallan destapando el vino, agregó, dirigiéndose a sus cuñados.

Vicente, el esposo de Magdalena que tenía a Marcos en brazos se lo entregó a suegra que estaba rodeada por sus otras dos nietas, hijas ambas del matrimonio de Gonzalo su único hijo varón. 

Vicente abrió el vino, llenó algunos vasos y se dirigió al asador donde estaban Gonzalo y Víctor haciendo el asado, charlaron amigablemente junto a Francisco que se le unió con una tabla de fiambres.

Mientras tanto las mujeres parloteaban de la moda, la escuela de chicos, las vacaciones y de paso algún chisme de lo que había pasado en el año siempre surgía.

Rato más tarde Francisco anunciaba: arrímense a la mesa que la carne esta justo a punto. 

Cierto era, Gonzalo se especializaba en hacer asado, y todos comentaron lo sabroso que estaba. Lo acompañaron con distintas ensaladas que las mujeres habían preparado desde muy temprano, para poder arreglarse para la hora de la cena.

La comida transcurrió de lo más alegre, charlaron de todo un poco. Bromearon con los regalos que abrirían después del brindis, ya que como era costumbre lo hacían con el sistema del amigo invisible, luego algunos develaban quien les había tocado y otros elegían no decirlo. Tal vez por el regalo que habían recibido y la sospecha de quién podría haber sido su amigo invisible.

 

Marcos no llegó despierto a la media noche, ya lloraba de sueño y por más que su padre Vicente lo paseaba y le cantaba, él quería dormir. Cansado de tenerlo en brazos Vicente se lo dio a su mujer.

Francisco intervino entonces: Magdalena la hora del brindis se aproxima, llevemos el niño al cuarto para que descanse tranquilo y vos puedas brindar con nosotros como corresponde.

Matilde rápidamente intentó levantarse para acompañar hasta su dormitorio a Magdalena, pero Francisco la tomó por lo hombros y le insistió que se quedase sentada con los invitados, que él acompañaría a Magdalena con el niño. Y para que no hubiera dudas que sería él quien iría al dormitorio con la mujer tomó a Marcos en sus brazos. Ambos subieron la escalera cubierta por una hermosa alfombra azul.  

Matilde una mujer de unos cuarenta y cinco años que no había tenido hijos.

Habían pasado unos minutos cuando Vicente observó que el chupete de Marcos había quedado sobre la mesa. Y mientras se levantaba dijo: ésta debe ser la razón por la que Marcos no quiere quedarse, acá esta su chupete, iré a llevárselo.

-No te molestés no será necesario- se apuró a decir Matilde- Pero el padre del pequeño subió las escaleras hasta el dormitorio.

En la puerta algo lo detuvo. En silencio permaneció apoyado a la abertura, estaba oyendo una acalorada discusión. De pronto palideció, el chupete se escapó de sus manos. Giró sobre sí mismo y lentamente bajó las escaleras. Tomó fuerzas y comentó: seguro se dormirá ahora.

 

Gonzalo junto a Víctor dispusieron ir retirando los restos de comida que por cierto eran abundantes, por lo que enseguida proclamaron “mañana la seguimos y terminamos esto”. Las mujeres más jóvenes fueron a buscar los manjares que cada una había preparado para el brindis.

Sin que pudieran notarlo Vicente tomó el puñal de Francisco y silenciosamente subió las escaleras que lo separaban de aquel dormitorio.

Matilde, con su cuñada en el otro rincón de la casa admiraban el pino junto a los niños que estaban impacientes y deseosos de recibir sus regalos. De espaldas a la realidad que no muy lejos de allí teñiría de sombras aquella noche, transformándola en un doloroso recuerdo.

 

Años más tarde, el veterinario Marcos López García era un conocido ganadero. Francisco cumplió su objetivo, había dejado un heredero, aunque para conseguirlo perdiera su vida.

 

Cuando las sirenas anunciaban las doce de la noche, Vicente bajada con pasos de plomo las escaleras, el rojo sangre de sus manos dejaban marcas en los pasamanos que quedarían para siempre.

Matilde, que tenía fundadas sospechas de la infidelidad de su marido, repitió: te dije que no subieras, que no era necesario.  Hace un tiempo que las ropas de Francisco huelen al perfume de Magdalena.

Esta fiesta navideña terminó diferente, se opacaron las risas, se ensombreció la noche, hubo sirenas, ambulancias. Silencios, lágrimas. Y luego un luto compartido.

 

 

 

 


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