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📚 Cuento corto

Llave sin cerradura

Claudina Herrera

Claudi Luz

28 Jun, 2025

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Ha pasado un año desde que Justa, quien viniera desde muy joven a este país –esta tierra generosa que albergó a tantos inmigrantes–, partiera para siempre, dejándonos su recuerdo cargado de nostalgia por extrañar su amor incondicional, de ser humano dócil, cariñoso, pero fuerte y luchador.

Vivió con el corazón partido en dos: por un lado, aprendió a querer sin medida esta tierra que la acogió y le dio una familia; por el otro, conservaba la esperanza de un día volver a su tierra natal. Quizás ahora, desde alguna estrella, ella pueda ver su Italia añorada.

Tuvo que pasar ese invierno doloroso para que todos los que la rodearon pudieran volver a ver sus cosas, su antigua casona de grandes postigones de madera pintados de verde, hoy algo descascarados, con las plantas secas colgando de un balcón que ya no perfuma el paso de los transeúntes.

La primera en volver fue Amanda, su nieta mayor, quien gira como acariciando el picaporte reseco por el tiempo y se adentra en la oscura sala, donde la humedad parece haberse adueñado del lugar. Amanda no está sola; ha ido acompañada por su joven esposo, alto y elegante, quien tuvo un corto lapso de relación con Justa, pero suficiente para aprender a querer a la mujer que hoy todos recuerdan con cariño.

Amanda camina lento dentro del comedor, donde apenas se dislumbra una gran mesa de madera de roble a la que tantas veces se sentaron todos en familia, generalmente en los almuerzos del domingo.

Sin querer, sus pies tropiezan con algo que hace un ruido estridente. Se agacha y lo que levanta es un poco extraño para ella: una vieja y gran llave con forma poco común. Se la muestra a Juan y ambos coinciden en que, por su forma, no abriría ninguna cerradura de las puertas que están a la vista.

Jugueteando con la llave entre sus manos, recorren todas las habitaciones. En cada una hay un recuerdo diferente: un mueble, una foto, algún adorno. Llegan al altillo; la puerta cede con un leve empujón. Las telarañas son protagonistas del lugar; casi no hay muebles, solo un antiguo sillón de mimbre con almohadones de cuero ya rasgados por el desgaste y, detrás de él, un baúl.

Amanda no recuerda haber visto antes ese baúl; también tiene presente que tal vez nunca subió al altillo, al menos siendo adulta.

La curiosidad los atrapa e intentan abrirlo, pero la tapa no cede, es dura o muy pesada. Como guiados por un mismo pensamiento, ambos miran la llave. Amanda la presiona fuerte entre sus manos. Los herrajes del baúl son de grueso hierro negro, sin cerradura a la vista. De pronto, los dedos de Amanda rozan una perforación al costado derecho del baúl, lo que le da la pauta de que la extraña llave que tiene en sus manos puede llegar a introducirse en ese hueco. Lo intenta y, para su sorpresa, un ruido como el de un pasador que se abre se oye caer. Todo indica que finalmente lograrán abrir el viejo mueble. Levantan su tapa y los ojos de Amanda se tiñen de lágrimas; nunca pensó que lo encontraría ese lugar. 

Comentarios (1)

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serbal

serbal

• 1 mes, 2 semanas

queremos saber que había en el baúl..