El margen de la hoja Rivadavia
montserrat
Al margen.
Años hacen desde que me siento al margen.
Al margen. Como el de una hoja de la carpeta de primaria.
Ese en el que la señorita no me dejaba escribir, y sobre el que siempre quise hacerlo, precisamente por eso.
¿Cómo llega uno a posicionarse en ese lugar en el que nadie escribe? No lo tengo claro, aunque sí tengo claro que nunca se sintió cómodo.
El sentimiento es el de saberse capaz, una potencial escritora de ricas historias diría, dueña de un caudal inmenso de deseos a cumplir a través de plumas que no encuentran tinta o papel. O que si lo encuentran, la tinta se seca, el papel es muy finito, como el de calcar, y por su condición una termina respondiendo al fin para el que se creo: copiar, reproducir, imitar; todo eso con una tinta que no perdura. Imagínate la desdicha.
Y casi sin darse cuenta, se encuentra una calcando letras escritas por otros, y se siente una impostora - sin hacer referencia aquí al famoso "síndrome de la impostora", poseedora de una falsa humildad en su definición, me atrevo a escribir esta vez yo misma- sino de una efectiva mentira de mi parte. Mientras formulo aquello me doy cuenta que por eso se sienten tan poco auténticas y distantes esas palabras que voy delineando. Con el costo de perderme a mi misma, pero con el beneficio de agradar a las expectativas de quienes me rodean, porque esas seguro cumplo.
Es que, el ser humano siempre va a preferir pertenecer, complacer al otro incluso antes que ser fiel a si mismo si eso implica aislarse, quedarse solo.
Y, aunque a veces me cueste asumirlo, yo también soy un ser humano, cuyo miedo más grande parece haberse cumplido: quedarse sola.
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