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📚 Cuento corto

El cafe que nadie tomó

Claudina Herrera

Claudi Luz

29 Jun, 2025

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El aroma a café recién hecho inundaba la habitación, pero nadie estaba allí para disfrutarlo.

Natalia lucía un vestido de lanilla que se adaptaba justo a su esbelto cuerpo, su color verde agua hacia juego con sus ojos, su largo casi rozaba con las botas negras que llegaban a sus rodillas. Parada en la puerta de su casa, friccionaba su mano derecha sobre las rejas negras sin detenerse, su mirada era inquieta y, con el pasar de los minutos, su rostro se tornaba tenso. La noche comenzaba vislumbrarse: las primeras estrellas ya se dejaban ver.

Natalia había mirado su celular repetidas veces. El mensaje que ella esperaba no aparecía. Decidió ser ella quien enviara uno.  Esperó unos minutos, pero la repuesta no llegaba. Caminaba nerviosa por la vereda.  Envió otro mensaje, y de ese tampoco obtuvo repuesta. Entonces decidió llamar y, por toda respuesta escucho: “El cliente solicitado no está disponible”. La angustia comenzó a dominarla.

Decidido esperarlo dentro de la casa.  El invierno se hacía sentir y el abrigo que se había colocado ya no la protegía: un frío le recorría el cuerpo.

Los recuerdos del pasado y la imaginación del presente se entrecruzaban.

De novios alguna vez él la había dejado esperando. Pero desde que decidieron casarse, Jorge había demostrado de sobra que la amaba. Si alguna vez se retrasaba en su trabajo, siempre le avisaba, solía pasar:  un cliente que llegó fuera de hora, algún pedido de ultima momento.

 ¿Pero por qué no se comunicaba? ¿Por qué no atendía sus llamados?

Justo hoy que ella había llegado apurada para arreglarse y esperarlo con un café recién hecho… Justo hoy, el día de la gran noticia.

Pensó que tal vez había pasado por la casa de sus padres y se le fue el tiempo. ¿Pero por qué no la llamaba’? llamó a la casa de sus suegros y la respuesta no fue la esperada: Jorge ese día no había estado allí.

Cortó la llamada y el sonido del timbre la sobresaltó. Primero se quedó inmóvil. Luego se levantó lentamente, miró por la mirilla y sintió que las piernas se le aflojaban. Abrió la puerta.

-Buenas noches, señora-dijo el uniformado-

-Buenas noches- contesto casi sin voz

-¿Este es el domicilio de Jorge Cartagena?

-Si señor.

-¿Usted será familiar de él?

Su esposa

Señora, la vamos a molestar para que nos acompañe.

¿Acompañarlos? ¿Por qué? ¿Ha pasado algo?

Sí señora. El comisario quiere hablarle.

¿Pero de que se trata?

Tiene noticias para darle. Tal vez no sean agradables.  Acompáñenos por favor.

Natalia tomó su cartera y salió, desconcertada 

Al llegar, el comisario la hizo pasar a su despacho.

-Señora Natalia, en horas de esta tarde a sucedido un hecho delictivo en el que nos ha tocado actuar. El hecho ocurrió en el comercio ubicado en la intersección de las calles Manuelita Rosas y San Martin. Lamento mucho tener que darle esta noticia, pero hemos averiguado que su esposo el señor Jorge Cartagena es una de las personas que desempeñaba labores en aquel local.

¿Puede usted confirmarme si  el dato que tenemos es correcto?

-Sí. Mi esposo trabaja en esa compañía desde hace varios años.

-Señora, creemos que una de las víctimas que dejó como resultado el asalto producido  a la empresa podría ser el señor Jorge Cartagena.

Natalia, palideció, ¿Acaso estaba teniendo una pesadilla o realmente se encontraba en la sede policial escuchando que su esposo había sido asesinado en un asalto’?

La voz del comisario la trajo a la realidad.

-Lo siento señora. Ahora debo pedirle que nos acompañe al hospital.

-¿Tiene usted otro familiar que podamos llamar?

-Los padres de Jorge. Mis padres viven el pueblo del que soy natal, al igual que mis hermanos. Jorge es único hijo.

-Entonces, en primera instancia, será conveniente que la acompañemos nosotros señora.

El comisario llamó a dos de sus hombres, los mismos que habían ido a casa de Natalia, y les indicó que procedieran a llevarla a la morgue del hospital.

Ya en el nosocomio, fueron guiados por una enfermera hasta el lugar. Al Ingresar, Natalia, apenas vio la escena que se presentaba frente a sus ojos, se desplomó sin sentido.

Fue asistida de inmediato. Se recobró en pocos minutos, aunque seguía impactada. El médico que la atendió le consulto:

-Señora, ¿Usted sabe de su estado actual?

-Sí, doctor. Esta tarde me entregaron los análisis que confirmaron mi embarazo. Por eso esperaba ansiosa a mi esposo. Quería darle la noticia.

  



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