Danza de amor y Luna

Claudina
Illampu era el jefe de una tribu comanche que, a fines del siglo XVIII y principio del siglo XIX, habitaba en el norte de México. con su esposa Pankard habían engendrado varios hijos, entre ellos, dieron vida a una bella mujer de largos cabellos rizados que brillaban como los rayos de sol, a la que llamaron Amaya.
Amaya era alegre , entusiasta , divertida , le gustaba danzar y toda la tribu solía a sentarse a su alrededor a observarla.
Illampu de carácter fuerte era muy respetado. Élera quien distribuía el trabajo de siembra de Maíz, mandioca, calabaza y otros cereales y hierbas con las que luego se alimentaría la tribu. Era un guerrero incansable que luchaba constantemente por abarcar un territorio más amplio y productivo.
Kanki, jefe de la tribu apache, era su gran rival,.Ambos competían por el territorio noroeste del norte de Nuevo México, donde la caza de búfalo y otras especies era abundante.
Illimani, hijo de Kanki, era un joven apuesto de rostro moreno que solía sentarse al atardecer en la sima de la montaña a tocar melodías con su flauta.
Amaya realizaba a diario caminatas, tomando aire fresco y disfrutando del perfume de las flores del monte. En una de esas ocasiones, una dulce melodía la atrajo, se detuvo a escuchar de dónde venía aquel hermoso sonido, subió unos metros y allí se encontró con Illimani. La joven se quedó extasiada al ver esos ojos verdes y rasgados que la miraban incrédulos por tenerla tan cerca. Desde hacia mucho tiempo él la observaba a escondidas, oculto detrás de algún árbol para n ser descubierto, pues su padre le había prohibido comunicarse con alguien de la tribu de los comanche. Lo mismo sucedía con Amaya.
Después de varios encuentros, los jóvenes se enamoraron. Ya se había convertido en una costumbre reunirse en la cima de la montaña a disfrutar del paisaje y escuchar el sonido del agua que inspiraba a Illimani.
Illampu comenzó a notar que su bella hija cada vez tardaba más en regresar de sus paseos vespertinos. Encargó entonces a su hombre de confianza que la vigilará.
Fue así como el jefe comanche se enteró del romance. Encerró a su hija para que no volviera a verlo e inició una batalla contra los apaches, en la que corrió con ventaja: contaba con una importante caballeriza , logró desplazarlos al sur, quedándose con la zona más fértil, la llanura de nuevo México. Consideró que, de esa manera, se había vengado de la osadía del hijo de Kanki, y pensó haberlo separado para siempre de su amada hija.
El tiempo paso y Illampu se relajo respecto a lo ocurrido. Confió nuevamente en su hija y se dedicó de lleno a las tareas de siembra. Pero su fiel hombre de confianza jamás descuidó la vigilancia sobre Amaya. La veía salir y regresar sonriente, y sus sospechas no eran infundadas: descubrió que ambos jóvenes se habían ingeniado para seguir comunicándose. Tras observarlos, regresó a todo galope para informar de inmediacto a su jefe.
Illampu no lo dudo, tomó su arma y salió con su alazán a tranco firme hacia la cima del monte. Al llegar solo encontró a Illimani, que se disponía regresar, cosa que jamás pudo hacer, pues un disparo certero lo hizo tambalear y su cuerpo cayó en la profunda laguna de Santa María del Oro.
Amaya lloró desconsolada. Su frágil cuerpo apenas se sostenía en pie. Danzaba en el más profundo de los silencios al pie del monte, donde ella aún escuchaba la suave melodía de la flauta de su amado. Un día, se arrojo a lo profundo del lago gritando el nombre de Illimani, como respuesta a su clamor, nació una cascada y, desde entonces, se dice que el cuerpo de Amaya danza a la luz de la luna en los manantiales conocidos como “Ojos de Agua”. Cada año parece multiplicarse su presencia, y una suave melodía, mezcla de dolor y amor, acompañan su eterna danza.
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