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Como la Matilda

antonia díaz pando

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25 Nov, 2025
📚 Cuento corto

Me gustaría tener cáncer. 

Digo, cuando uno tiene cáncer siempre le dan de todo. A mi hermana por ejemplo. Una vez que estaba en el colegio, se llevaron a mi hermana para unas cosas médicas que no sé de que son. A mi me dejaron haciendo clases, aunque les dije que quería ir con ellos. Ese día fue cuando le diagnosticaron cáncer a mi hermana, y por supuesto, se olvidaron de ir a buscarme. Una tía del aseo tuvo que ir a dejarme. Cuando llegué a casa, todos estaban llorando. Cuando pregunté por qué, nadie quiso decirme. Me enteré por mí misma. 

Los primeros días fueron muy duros, había mucha seriedad. Si ya estaba sola desde antes, ahora lo estaba más. Mamá trabajaba mucho, solo podía jugar muy poco rato con ella, y ahora no puedo ni siquiera verla. Papá hace horas extras, ya que mi tío dice que los medicamentos son muy caros. 

Una vez que íbamos por el mall, vi una muñeca de Barbie muy linda, le pedí a mi mamá que me la comprara. Ella me miró y me dijo que no, pero después se le iluminó el rostro. Si, la compró, pero no para mi, para mi hermana. Me puse a llorar y me tiré al piso, pataleé y golpeé las paredes. Pero ni así me miraron. 

Cuando salí a jugar, los niños de nuestro barrio también salieron. Siempre jugábamos con ellos, y me caían bien. Ahora que no está mi hermana podré jugar con ellos sin que me ignoren. Antes de que a ella le diagnostiaran cáncer, jugábamos a la familia. Ella era la mamá, el Joaquin era el papá, la Alejandra era la hija, el Manuel y el Martín eran los tíos y yo era el perro. No porque yo quisiera, sino porque me decían que era el único puesto que quedaba. Cuando queríamos jugar a eso, me adelantaba a gritar “Yo seré la mamá”, pero después decían que ya no querían jugar. Cuando jugábamos a la pinta, hacian que yo fuera la que pillara. Se metían a las casas y me dejaban afuera. Una vez logré pillar a alguien, me fui a esconder con el Joaquín para que no nos vean. Mientras él miraba hacia la calle, suspiré nerviosa. Se me hacía el niño mas lindo que he visto, me imaginaba una vida con él más adelante. Baje la vista e intenté tomar su mano. 

—¿Qué haces? —me dijo

—N-nada —le respondí nerviosa 

Me escudriñó con la mirada luego hizo una mueca. 

—¡Eeew! ¡La Laura me quería agarrar la mano! —Gritó a los demás niños tras salir de nuestro escondite. 

Sus amigos hicieron caras de asco, mi hermana se rió. Y luego me pillaron. 

Ahora que ella no estaba, podía jugar con ellos. El viento levantó un poco mi vestido azul, el que escogí específicamente para esta situación. Cuando vi a los chiquillos jugar, corrí hacia ellos. 

—¡Oigan! ¿Juguemos a la familia? —Sugerí sonriente. 

Estaban jugando a la pelota. No se dieron la vuelta a mirarme, por lo que supuse que no me escucharon. Volví a repetirlo. Ahora si me tomaron atención. 

—No, que flojera, queremos jugar a la pelota —Me dijo el Manuel. 

—Pero pueden jugar después 

Todos abrieron la boca para quejarse. Con las ganas que tenía de jugar eso… 

—Bueno entonces juguemos a la pinta—dije con una enorme sonrisa —¡Pinta!

Corrí a un extremo de la calle luego de tocar el hombro del Manuel. Esperé a que se movieran o mostraran aunque sea una pizca de interés en el juego. Una pizca de atención en mi. 

—Juega tú si queri´ —Habló el Martín. Poco a poco mi sonrisa se fue desvaneciendo, hasta finalmente desaparecer. 

—Oye, ¿Y la Matilda? —Preguntó Joaquin por mi hermana. 

—Está adentro 

Se miraron, sonrieron y comenzaron a correr. Gritaron, “el que llegue de últimos pierde”. Entraron a mi casa y me dejaron sola. 

El tiempo pasó y todos los fines de semana iba la familia a ver a mi hermana. Ella dejó de ir al colegio por sus dolores y oir a las profesoras preguntar por mi hermana se hizo costumbre. El cabello se le empezó a caer. Pregunté por qué, pero tampoco quisieron decirme. Fui a la pieza de mi hermana y le pregunté, ella se puso a llorar y me acusó con mi papá. Él me tomó del brazo y me sacó de ahí, me retó en el patio y después me dio una cachetada. Vendieron mis juguetes por falta de dinero a pesar de que les rogué que no lo hicieran. No sé qué tan grave sea el cáncer, pero parece que da superpoderes. Porque desde que mi hermana lo tiene, mis papás le hacen todo lo que ella quiere. Al menos tengo a mi Chacha, mi eriza. Estoy feliz porque me la regaló mi abu. Solo para mí. No se la doy a mi hermana, porque la Chacha es solo mía. Me da risa que siempre que va a dormir, se pone a caminar en círculos, mueve la nariz y se acurruca en mi ropa. Me gustan sus espinas. Una cree que te pueden hacer daño, pero para mi, son muy suaves. Es super cariñosa. A mi tía le da asco la Chacha, dice que no le gustan los animales chicos. Pero no le hago caso, porque la Chacha es la Chacha. Ella siempre va a ser mi mejor amiga. 

Cuando fuimos a clases, durante una clase de orientación nos preguntaron que nos gustaría ser grandes. Yo dije que me gustaría ser veterinaria, y la Alejandra dijo:

—Igual que la Matilda. 

Luego de clases, me quedé a conversar con la profe de orientación. Le pregunté qué era el cáncer. Ella me dijo que por qué quería saber eso, y yo le dije que, más adelante, me gustaría tenerlo. Aunque se me caiga el pelo, aunque pase en el medico, me gustaría tener cáncer. 



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